martes, 13 de octubre de 2015

EL AMOR DE PAREJA Experiencias vivenciales


 

LA VOLUNTAD DE CRECER COMO PAREJA

 

Estamos convocando a un taller vivencial para parejas que buscan nuevos objetivos en su relación y en el desarrollo personal de cada uno de sus integrantes. Partimos de la hipótesis de que cada quiere un espacio como este porque hay un deseo de ayudarse mutuamente para prevenir o solucionar dificultades de pareja, motivados por el amor y la búsqueda de  comprensión mutua. Incluso de la posible idea de que la pareja no da para más y se ha planteado la separación en las mejores condiciones y con menos daños morales y familiares. No partimos de la hipótesis de los participantes quieran sabotear su relación, ni alejar las soluciones amables de mutuo beneficio personal y familiar.

 

En el taller facilitaremos espacios en los que la pareja se escuche mutuamente, sin interrupciones ni cuestionamientos sistemáticos. Espacios en los que cada uno de los integrantes de la pareja demuestre fehacientemente, y en la práctica real, que es capaz de escuchar a quien eligió como compañía para su vida, como una persona con la cual quiere construir un espacio mutuamente nutricio en el seno del cual construir un destino.

 

Sergio Barrio Tarnawiecki

martes, 13 de mayo de 2014

TO BE SOMEBODY

We need the illusion of a Self in order to be Somebody.

We are aware of our incompleteness, our vulnerability, our suffering and inevitable cessation of being, death. wherefrom comes compassion.


Sergio

lunes, 22 de agosto de 2011

CURSO DE DESARROLLO PERSONAL...

Voy a iniciar un curso de crecimiento y desarrololo personal, dirigido a todas las personas interesadas en la construcción de sentidos y en el bienestar personal, de su familial y de su colectividad. El curso se apoyará en principios básicos como el de la búsqueda de la plenitud de consciencia, la sabuiduría perceptual, la capacidad para escuchar al otro y para ser una presencia amorosa para los demás, y la búsqueda de la trascendencia...

jueves, 12 de noviembre de 2009

LO REAL

Si para Lacan lo real es “lo que no puede ser conocido”, “lo que no puede ser nombrado”, “lo que no puede ser percibido”, ni directa, ni indirectamente, “lo que no se puede entender”, entonces no entiendo de qué estamos hablando. ¿Qué es? Si la respuesta es que no se sabe qué es, por definición, diría que estamos frente a una tautología. ¿Se relaciona con algo? ¿Tiene que ver con algo? Si la respuesta es negativa, entonces, cabe preguntarse: ¿existe? No hay nada que no tenga que ver con algo. Si no existe, el concepto mismo sería un absurdo y no tendría ninguna importancia. Pero si al nombrar lo real estamos nombrando “algo”, lo real se relaciona con alguna otra “cosa”, con algún “otro”, otro “algo”, en cualquier plano que se quiera, por lo que sufre alguna influencia, atraviesa algún cambio y sigue algún proceso ligado a lo “otro”, por lo que es susceptible de ser conocido.
Como dice Hegel en su “Introducción a la Ciencia de la Lógica”:
“La ´cosa en sí´ es una abstracción de toda determinación, de toda relación con Otro, una abstracción vacía. Toda ´cosa´ es, siempre, a la vez, un ´en sí´ y una relación con otro, para otro. Si uno se pregunta qué son las cosas en sí mismas, la pregunta, impensada, está planteada de tal forma que no tiene ninguna respuesta posible.”
Que nunca podamos conocer totalmente lo real no constituye un problema lógico, ni conceptual, ni existencial. Tal vez desde mucho antes de los griegos sabemos que todo está en constante cambio, es infinito, es y deja de ser, y es infinitamente complejo, por lo que nunca podemos conocerlo de manera perfecta y completa. Pero como nada de lo real está aislado como “cosa en sí”, siempre hay una relación entre nosotros y lo real, y establecemos, lo queramos o no, una relación, por lo que todo lo real es susceptible de ser conocido. No sólo nos relacionamos con lo real de una manera intencional para conocerlo, sino por el mero hecho de que somos parte de lo real estamos relacionados con lo real. Nuestro pensamiento es real en sí mismo, lo que no quiere decir que su contenido sea verdadero o no. Es tan real como el aire que respiro. Como mi pensamiento no existe en otro universo (o multiverso) sino en éste, está en unidad con lo real, es real, en sí mismo. No puedo decir entonces que exista nada que no puedo conocer, admitiendo que siempre será un conocimiento imperfecto. Tan “imperfecto” como la realidad misma que nunca deja de cambiar.

viernes, 9 de octubre de 2009

MANDAMIENTOS DEL MAESTRO

Amarás a todos los niños y a todas las niñas.
Reconocerás el espíritu del niño y de la niña con sólo ver sus ojos.
Los mirarás a todos con ternura.
Orientarás a los niños y a las niñas con tu ejemplo, más que con tus palabras.
No los abandonarás ni ignorarás jamás.
Los identificarás siempre por su nombre
Aceptarás que los niños y las niñas se molesten contigo
Protegerás a los niños y a las niñas de toda violencia, vergüenza o humillación
Impedirás todo abuso contra los niños y las niñas
Apoyarás su autocontención sana y natural del niño y no recurrirás al castigo.
Evaluarás al niño y a la niña sin calificar su persona
Hablarás siempre al niño y a la niña con suavidad.
Elogiarás al niño y a la niña por lo que es, no por lo que tú quieres que sea
No pegarás jamás a un niño ni a una niña
No dejarás nunca solo ni a un niño, ni a una niña
Pondrás tu poder al servicio del niño y la niña
Sólo tocarás con amor maternal o paternal al niño y a la niña
Celebrarás los cumpleaños y virtudes de todos los niños y las niñas
Y guardarás todos los secretos que te cuenten los niños y las niñas

sábado, 3 de octubre de 2009

CÓMO HABLAR DE SEXO CON TUS HIJOS

Siempre sentimos una cierta incomodidad y dificultad para hablar de sexo con nuestros hijos o hijas, y lo comprendo. Y ellos también tienen muchas resistencias para hacerlo con nosotros, lo que también entiendo. En realidad, no soy muy partidario de sentirnos obligados a hablar de temas sexuales con los hijos o de inducirles a que lo hagan, a pesar de que eso se recomienda por todas partes. Creo que para los hijos hay un tema de pudor que creo debe ser respetado. No hacerles sentir que “tienen” que hablar de sexo con nosotros. ¡La sexualidad es algo tan íntimo! Y, para los hijos o hijas, hablar de sexo con los padres implica asumir que papá y mamá tienen relaciones sexuales, ¡lo que es muy difícil de pensar y menos sentir!

Sobretodo, creo que es muy errado querer “dar información” sobre sexualidad a los hijos o hijas. Cuando queremos darles esa “información” lo más probable es que ellos ya la tengan y podemos avergonzarlos innecesariamente. Si piden información, es muy diferente. Pero ya veremos cómo creo que debemos hacerlo.

Para comenzar, creo que debes enfatizar los recursos de que dispones como papá o mamá para saber escuchar a tus hijos e hijas, para no ser reactivo, para ver más allá de lo inmediato, para esperar, antes de hablar de ningún tema, menos de sexo con ellos o ellas. Hay que aprender a comunicarnos bien, para dejarnos tocar emocional y espiritualmente por los hijos e hijas en todos los terrenos, y en especial en el tema sexual ya que hijos o hijas, si bien sienten el sexo como expectativa, también es para ellos y ellas un misterio, incluso una amenaza.

Y tenemos que aprender a ser confidentes y cómplices sanos de su proceso, cuidando de no herirlos con nuestras propias confusiones, temores y heridas en nuestra sexualidad. Ninguno de nosotros ha atravesado la maravillosa etapa que ellos atraviesan ahora en su adolescencia sin dolor, sin miedo, sin sentimientos de inadecuación, sin timideces, sin confusión, sin heridas, muchas veces vergonzosas o humillantes. Y no olvidemos de los verdaderos traumas que muchos podemos haber sufrido, o de las historias dolorosas que pueden existir en la historia familiar más amplia relacionados a la conducta sexual. Aceptemos, pues, que el tema sexual tiene sus razones para haberse convertido en “tabú” y que hay algo bueno en eso. ¡No rompamos el “tabú” sin estar seguros de no causar una herida más grave aún que la nuestra!

No nos toca de ninguna manera inducir a nuestros hijos o hijas a una conducta sexual, menos si prematura. Si hablamos “con soltura” del sexo estamos corriendo el riesgo de banalizarlo, de hacerlo “light” y por lo mismo desnaturalizarlo. Eso es algo sumamente delicado. Mayormente debemos ayudarlos a contenerse, a postergar, a esperar, y, sobretodo, a no separar ni divorciar jamás el sexo del amor, de los sentimientos, de la espiritualidad (lo que no implica religiosidad!). Más importante que decirles nada, ni informarles nada acerca de la vida sexual es saber escucharlos, saber acompañarlos en su proceso natural, sin críticas, sin exigencias, sin reservas, sin el deseo de controlarlos como nosotros pensamos.

Cuando estén listos para una vida sexual, ya teniendo una edad adecuada, ellos no necesitarán ningún aliciente de nuestra parte, ni nuestro permiso, ni siquiera nuestro comentario, menos aprobación, ni tampoco necesitarán nuestros frenos. Podemos confiar también en el hecho de que nuestros hijos e hijas no son simplemente “víctimas” de unas hormonas exigentes, sino también seres capaces de contenerse, postergar y esperar de manera natural.

Quisiera ofrecerte algunas ideas acerca de lo que puede guiarnos en la escucha amorosa, honesta, profunda que ellos requieren. Son ideas desarrolladas en muchas conversaciones con padres, profesores, terapeutas y son resultados de muchos experimentos de escucha profunda en la forma de ejercicios simulados (role playing) y reales.

Te ofrezco estas diez sugerencias como sugerencias o guías para la comunicación con tus hijos, no cómo recetas:

1. Antes que nada, no los critiques. No pretendas conocer más que él o ella lo que le conviene o lo que debe hacer, ni presionarlos con la autoridad de padre o madre o de persona mayor.
2. Abre espacios para la comunicación, no sesgues la conversación ni la guíes por algún camino por ti preconcebido, aún cuando reconozco que inevitablemente influimos sobre ellos.
3. Reconoce lo que tus hijos sienten, y expresa ese reconocimiento de manera explícita, haciendo contacto con lo que percibes, ves, intuyes, mediante afirmaciones que hagan contacto con su experiencia, como: “sientes cierto malestar eh?”, “pareces muy preocupada”, “estas triste, no?”, “inquieta?”, “a veces es difícil hablar, verdad?”, etc., pero sin imponer una idea u opinión prematura.
4. Haz un seguimiento de lo que ocurre sin forzar nada, diciendo frases como: “me doy cuenta que eso es importante para ti, ¿verdad?”, “te duele mucho eso… ¿eh?”, “veo que te preocupas bastante por tal cosa…”
5. Ayúdalos para que puedan aclarar sus sentimientos, sin sesgarlos, con preguntas como: “¿cómo te sientes de eso?”, “¿es difícil para tí?”… “¿cómo estás?”…, “¿Es muy intenso lo que sientes?”
6. Ayúdalos a identificar si es que hay algún evento anterior o espacio particular que acentúa sus dificultades, preguntando (“¿te ha pasado antes?”, “¿pasó en tu casa”… “¿colegio?”, sin ofrecer ningún comentario que nos sea pedido por ellos o ellas.
7. Acompáñalos para que les sea más fácil identificar los apoyos con que cuentan: “¿has podido hablar con tu mamá (papá)?, ¿amigas(os)?, ¿enamorado(a)... sobre eso?”… “¿te sientes apoyada(o)?”
8. Reconoce y refuerza sus recursos para abordar su dificultad diciéndole frases como: “¿qué quieres hacer?” o “¿qué has pensado hacer?” o “¿qué necesitas para enfrentar esta situación?”
9. Averigua qué apoyos necesita, preguntándole “en qué te puedo ayudar?”
10. Ofrece tu ayuda, tus consejos sólo si te los pide, y sólo después de haber escuchado cuidadosamente lo que les ocurre. No te dejes llevar por lo que tú crees debe hacer. Observa si has llegado a agotar los pasos anteriores. Sobretodo no le digas qué crees tú que debe ser su conducta sexual, ni dejes de estar dispuesto a escucharlos si no has agotado todos los recursos para que ella o él encuentre por sus propios medios sus salidas, y reconoce sus recursos. Cuando te pida una opinión, un consejo, no dejes de decirle claramente que ese sería tu camino pero no necesariamente el de ella o él.

¡Espero estas líneas te sean valiosas!

SERGIO BARRIO TARNAWIECKI
www.terapias.com.pe
www.sergiobarrio.blogspot.com
www.palabra-de-hombre.blogspot.com
sergiobarrio@telefonica.net.pe

domingo, 27 de septiembre de 2009

NEARDENTAL Y HOMUS,UNA HISTORIA MUY ANTIGUA

Sergio Barrio Tarnawiecki Diciembre 2002

Esta historia, escrita en el año 2002, no pretende tener nada que ver con la realidad. Es sólo una canción para nuestra especie y la especie más cercana a la nuestra hasta hoy conocida. Al publicarla, lo hago conmovido al haber leído muy recientemente que los Homo Neanderthalensis coexistieron en Europa y Asia Occidental con nosotros, los Homo Sapiens, durante alrededor de 15,000 años, que en unos 200,000 años construyeron un lenguaje simbólico, hicieron arte, desarrollaron complejas tecnologías, y tal vez se aparearon con nosotros, los Sapiens (este año 2009 se revelarán los resultados del estudio del genoma neandertal que nos revelarán hasta qué punto pudieron haber esos encuentros…), y luego desaparecieron como especie, aparentemente por el frío y el hambre. No puedo sino sentir realmente una inmensa compasión por esa pérdida…

Setiembre 2009

"Era enorme, su cuerpo cubierto de un denso vello oscuro y su piel gruesa como la de sus más lejanos antepasados. Oteaba el horizonte con frecuencia, ora para ver si había algún predador, ora para contemplar el espacio abierto y seductor que se abría ante él. Su respiración era calmada. Sentía calidez en su vientre, un cosquilleo en sus piernas y una excitación suave que se escondía entre el temor y la necesidad de aventurarse a lo desconocido. Las hojas teñidas por un sol amarillo apenas se movían al ser tocadas por la brisa. No había ningún movimiento amenazante. Más bien se podía distinguir nítidamente el perfume de frutos maduros en los arbustos cercanos. La luz del atardecer le invitaba a la calma y a disfrutar de lo que se ofrecía a su paladar.

Pero por más gestos y ruidos guturales que hiciera, invitándolos a salir, su hembra y sus crías se negaban a dejar el bosque. El recuerdo en los músculos de la hembra era duro, rígido, aterrado como la noche. En su pecho ella sentía una presión muy fuerte que hundía el esternón entre sus senos. Imágenes de dolor, de sangre, invadían su pensamiento y su respuesta era como el recuerdo de un llanto.

Él sentía que su excitación se mezclaba con una tensión en sus mandíbulas y un movimiento involuntario en sus mejillas y sus labios, como sabiendo que era inútil presionar a esa hermosa hembra de perfumes tan fuertes. Decidió salir sólo, no sin cierta hesitación y, veloz, se dirigió a recoger algunos frutos maduros para traerlos cerca de su familia, y se dispuso a comerlos. El olor a fruta fresca llegó a las narices ahora un poco más abiertas de los suyos, y éstos se acercaron a compartir. No había recogido muchos frutos por lo que sintió soltarse una sonrisa en su rostro cuando la menor de sus hijas se disparó a recoger más, sin hacer caso al gemido de la madre.

Así era como Neandertal buscaba abrir nuevos espacios de vida a su familia, y no nos sorprenda el hecho de que otras familias de la ribera del bosque ganaran coraje e hicieran lo mismo.

No siempre Neandertal fue tan “persuasivo”. La violencia era frecuente, sobretodo cuando se trataba de confrontar a otros machos que pretendían a su hembra. Esa mezcla de sabiduría que le daban sus años de experiencia, con esa inquietud para explorar y descubrir, así como su inaudita fuerza, lo sorprendieron como líder. Su manada de seres maravillosos, dulces e inteligentes, violentos y persuasivos, capaces de comunicarse con gestos, posturas, movimientos y ruidos de sus bocas que para nosotros y otros animales como los delfines o elefantes serían palabras, lo reconocía como líder. Él expresaba de alguna forma las necesidades que su manada sentía en sus vísceras: la necesidad de jugar, de procrear, de comer, de beber y crecer, e incluso ese impulso a convertirse en seres siempre mejores y trascender la muerte que luego llamaríamos espíritu.

Y, claro, parecía no haber quien pudiera disputar su capacidad para guiar la manada adonde habían alimentos abundantes, agua fresca, seguridad, lejos de los peligros de los depredadores o de otras manadas competidoras o enemigas y quizá buen clima y espacio para el ocio, es decir, hacia aquello que consideraríamos "bueno", "agradable", "seguro, "bello" los humanos. Esa extraordinaria capacidad estaba inscrita en sus brazos, en sus piernas, en su abdomen, en su olfato, en su aguda mirada, en el ritmo como seguía las noches, las lunas llenas, los olores. En su cuerpo estaba registrada la consciencia de que era el mejor.

Pero ser líder le permitía tener un dominio brutal sobre la vida sexual de su manada y excluir a otros machos que incesantemente buscaban sentir el intenso disfrute del apareamiento. Eso generaba mucho resentimiento también entre las hembras que sentían la tensión de la violencia y la represión de sus deseos de otra pareja, tal vez más atractiva, tal vez más audaz, tal vez más prohibida. Con los años el peso de su sabiduría era muy grande, y grande la necesidad de los audaces, de los intrépidos, de los tontos, y de los futuros sabios, de desafiarla.

Este día fueron siete machos los que lo atacaron brutalmente. Él había castigado con un golpe feroz de una piedra a un macho que trató de aparearse con una de sus hijas. Irritados, los siete machos, algunos de los cuales vivían lejos de la manada, se motivaron mutuamente para atacarlo juntos, conscientes de que ninguno por sí solo podría derrotarlo. Aprovecharon el momento en que Neandertal, a escondidas, acariciaba tiernamente a su hembra. Desde la oscuridad saltaron sobre él y le rompieron más de un hueso y tal vez algún órgano interno. Durante días lo habían seguido, olido, haciéndose los distraídos, desafiándolo a veces como si fueran adolescentes malcriados, e incluso ofreciéndole engañosamente frutos e insectos carnosos. Hoy lo atacaban sin dar descanso a sus brazos furiosos, a sus patas que golpeaban sin descanso.

Pero no era un tema sexual solamente. Hubo ocasiones en las que otros machos y hembras de carácter audaz trataban de llevar a la manada en otras direcciones, tal vez más atractivas, buscando otros espacios quizá peligrosos o ya tomados por otras manadas que celosamente lo defendían con sus vidas. Su menor experiencia les daba el privilegio de los "aprendices", los abría más a la experimentación y al cuestionamiento, y esas ocasiones habían provocado mucha confrontación antes, y no pocas veces a la violencia, ya que Neandertal no acepaba fácilmente que nadie pudiera saber más que él.

Algo en las células de Neandertal le hacía recordar que antes o después, miles de años antes o miles de años después, eran hembras las que ocupaban siempre el rol dominante y de liderazgo que hoy era cuestionado con puños y palos y por el cual pagaba con el crujido de sus huesos heridos. Mientras recibía los impactos secos de los palos y piedras sobre su lomo aterido, venían imágenes desconcertantes en su mente que le recordaban que muchas veces él no era tan bueno en algunas cosas, como por ejemplo, en la construcción de trampas para la cacería nocturna de venados, o en la siembra de semillas y la espera paciente de frutos o granos meses después. Tal vez el hecho de, aún hoy, el dominio absoluto de las hembras sobre los machos ocurriera en otras especies, hacía que su derrota - que él sentía terriblemente injusta - mezclara esos pensamientos confusamente en la tensión visible del llanto de sus dientes desnudos.

Pero algo más estaba ocurriendo. La rabia en el estómago de los atacantes se acompañaba de otro temor. Mientras repetían golpes certeros a Neandertal, los atacantes se miraban entre sí con mal velada desconfianza. Miraban a su víctima y a sus cómplices simultáneamente, lo que hacía que sus ojos se movieran incesantemente junto con sus cabezas, como lo hacen los monos en los árboles cuando sienten la presencia de un predador. Es que esta derrota del líder no era la primera. Recordaban con sus movimientos de 'staccato' que lo que venía era más peleas, tal vez más feroces, en las que los bosques y las praderas se sembrarían de muerte y gritos de dolor, como cuando los grillos, sapos y ranas lloran en las noches de los pantanos más tenebrosos. Las hembras de la manada, aterradas, habían salido de sus guaridas, de las cuevas y descendido de los árboles, seguidas de crías nerviosas, y se acercaban con palos, piedras, y algunas habían amarrado peligrosas puntas de piedra a los palos. Las manadas vecinas también se acercaban. Tanta había sido la violencia, tan feroz el ruido que nadie quedaba indiferente hasta muy lejos.

En la ribera del bosque había un tronco muerto, mocho, sin ramas, grueso, de madera oscura, negra, en el que ya muchos habían dibujado o tallado con piedras filosas algunas imágenes de animales y de recuerdos de la noche. Uno de los siete atacantes, Homus, sorpresivamente, y en medio de ese tenso y absoluto silencio, arrastró a Neandertal moribundo hacia ese tronco, lo subió a lo más alto, y pidió a las hembras tejedoras sogas de hoja de plátano secas para atarlo. El atacante quiso que Neandertal no cayera muerto nunca e inventó una salida macabra. Lo hizo para no sucumbir él ni nadie en las terribles luchas de sucesión. Manteniéndolo de "pie", amarrado con la soga, el Líder aparentaría estar bien. Nosotros habríamos dicho que ese tronco se convertía en un Totem, desde el momento en que Neandertal exhalaba finalmente un ruido desde muy adentro y se quedaba inmóvil. En las mentes de todos Neandertal surgió la fantasía de que estaba vivo y que no habría más sangre. Podían seguir contando con Él, que era símbolo del poder que aún muchos consideraban bueno, del poder de la sabiduría y de la paz, ya que misteriosamente todo se quedó quieto, nadie atacó a nadie. Los vientres de las madres se calmaron, los niños dejaron que el terror de sus cuerpecitos se modulara por sí solo para convertirse en pulmones llenos de aire fresco, el silencio de los bosques habló nuevamente a través del pico abierto de las crías de algunas aves, de algún riachuelo que se atrevía a discurrir nuevamente y del viento suave que creaba un nuevo rumor en las hojas de los árboles más altaneros. No pasó nada, no habían más luchas ni más muertes.

Homus pasó muchos días ahuyentando a los buitres, cubriendo de arena seca a Neandertal, mientras tallaba figuras en la madera negra, imágenes de la abundancia, del terror, de falos y vaginas, de senos nutricios, de guerreros feroces, de dioses nocturnos. Nadie peleaba, todos lo miraban al pasar, lo reconocían como guardián de todo lo que fue Neandertal, como el que había heredado con cada gemido de esa agonía, de ese sacrificio, las cualidades de Neandertal.

Pero lo más difícil era que los otros seis atacantes, que habían herido mortalmente a Neandertal, aceptaran no pelear entre sí y no sólo a Homus como heredero. El día mismo de la pelea, mirándose de reojo, se habían alejado sutilmente de la escena maravillosa en la que Homus colgó al moribundo. El escondite en el que habían tramado el ataque seguía siendo un lugar de encuentro, pero aumentaba la sensación que crean en la piel los vellos que se erizan. El temor mutuo no cedía fácilmente. Así como pasaban los días y el arena salada secaba el rostro de Neandertal, leves contactos de piel y manos reaseguraban a los siete atacantes. Mutuamente se calmaban, se ofrecían garantías de paz. Ocultaban, con complicidad, una sensación desagradable que encogía su rostro con disgusto y que llevaba a eludir las miradas; lo que hoy llamaríamos culpa.

Homus, que no dejaba de asistir a los encuentros de los conspiradores, terminó convocándolos al pie del Totem, y todos invitaron a otros, machos y hembras, a reunirse en las noches alrededor del símbolo, no sé si buscando perdón, alivio, compañía, confort, claridad, alianzas u otra cosa. Al golpear troncos huecos con palos y al soplar dentro de ramas vaciadas por las hormigas, se generaba un ruido que llamaba a todos, como cuando hubo la pelea original. Cuando llegaba el atardecer y descansaban los ruidos, eran muchos los que se había congregado. Lo que los sorprendía era que ese lugar les daba la sensación de seguridad, de apoyo mutuo, de no violencia, a pesar del intenso rumor de los tambores que había precedido. Hablaban con los restos divinizados de Neandertal para contarle sus problemas y temores y para pedirle consejos. Por otro lado, parecía reforzarse un acuerdo tácito que le cedía algo del poder de Neandertal a Homus, el que había salido con ese gesto sorprendente de atar a Neandertal al tronco muerto y evitar así, físicamente, la temida caída, alimentando esa ilusión tal natural de la inmortalidad.

Con el tiempo las carnes de Neandertal se desprendieron, los huesos cayeron. Algunos se los llevaron como reliquias a sus rincones o a sus cuevas, pensando que contenían fuerzas míticas que intentaban roer a escondidas en las noches. Pero cuando los cuerpos descansaban y aparecían imágenes de otros mundos en los cerebros dormidos, las palabras de Neandertal, sus gestos, su postura, parecían seguir hablando y enviando mensajes, tanto reconfortantes como amenazantes, de modo que a veces unos se despertaban sudando aterrados y otros llenos de alegría e inspirados por nuevas ideas de bien.

Sólo quedó el cráneo seco en la parte más alta del Totem. Nadie se atrevió a tocarlo e incluso causaba cierto temor mirarlo, aún en pleno día. En la noche la blancura del hueso redondeado reflejaba la luz de la luna o de las estrellas. Había nacido un Dios y una Tribu. Homus recordaba mejor que nadie lo que Neandertal decía, y todo lo que pensaba o creaba y descubría se lo agradecía a Neandertal, como si viniera de Él, como si no fuera más que un mensajero del Gran Líder. Y estaba convencido que era así. De hecho, tan compenetrado estaba con Neandertal, que olvidaba deliberadamente lo que lo había llevado a enfrentarlo y matarlo, y, con mucha frecuencia, era visitado por imágenes de éste en los sueños, hablándole, recomendándole, señalándole alguna dirección buena, algún placer delicioso, un secreto para encontrar alimentos y tesoros,… o para ganar una guerra. Se trataba de ideas que tal vez ya había engendrado tiempo atrás, que nacían de su acuciosa observación de la vida, pero, al aparecer reiteradas veces mientras dormía, expresadas de manera tan fuerte, lo que hacían era convencerlo de que Neandertal mismo había estado hablándole y al despertar lo buscaba entre aterrado y feliz. De hecho, Homus y sus congéneres no podían distinguir fácilmente el mundo de los sueños del mundo que creemos ahora es el "real". Incluso en pleno día, totalmente despierto, Homus podía escuchar la voz de Neandertal o sentir su presencia física, casi mirarlo.

Homus no se sentía digno del rol que la Tribu quería asignarle y no se desprendía de esa vergüenza y culpa por haber sido él uno de los que mataron a Neandertal. Aceptó que el poder ya no pertenecía a nadie sino al Totem de Neandertal que lo cedía a él temporalmente como su Representante, mediado por la tolerancia, el acuerdo, la cooperación, y las leyes que creaba su tribu en las reuniones de la noche. Reconoció que siempre tendría muchísimo que aprender. Homus aceptaba con una sensación de humildad y culpa tanta responsabilidad, y lo único que esperaba era poder ser digno de su Tribu. Quería en realidad seguir a su Tribu y se desvivía por estar delante de todos sin que nadie lo sintiera, sin ser visto siquiera.

Se hicieron muchas, muchas, reuniones nocturnas, se habló mucho, muchísimo, con palabras cada vez más complejas, en un lenguaje más corporal que verbal, se compartió todo con danzas de la cooperación. Se descubrió con movimientos repetidos cómo hacer las cosas mejor, dramatizando situaciones con gestos y ruidos en el vacío. Se exploraron ideas nuevas, tanto de los machos como de las hembras, e incluso la juventud se atrevió a hablar. Tardaron muchos, muchos años y seguían acordando leyes entre todos: la lealtad y fidelidad de la pareja fue una canción muy dulce; la no violencia no llevaba palabras ni movimientos sino miradas; la cooperación para sembrar - como hacían las hembras - era otra danza rítmica; la cacería en manada se describía con gritos feroces sincronizados. Así se abrió el diálogo con las manadas vecinas, se crearon las viviendas colectivas, se marchó con canciones de guerra a la construcción de puentes con árboles gigantescos para cruzar hondonadas y ríos. Y en las noches, sobretodo en las cuevas, apareció el arte, primero para describir su mundo y luego para decorar sus espacios de vida…Todo parecía florecer.

No obstante, en sus genes, como hasta hoy en nuestras células, estaba poderosamente inscrito el recuerdo de la poderosa función biológica protectora y de guía para el bien que conlleva el liderazgo, así como están inscritos el temor a la noche, a la traición, a los conflictos y la violencia y el frágil equilibrio de la paz y del acuerdo.